Señales...

Tener la dirección o un mapa para llegar a un lugar no siempre es suficiente, a veces necesitamos señales. Como no me gusta perderme, cuando me dirijo a un lugar que no conozco me gusta buscar señales que me ayuden a llegar.


Si conozco los lugares cercanos de mi destino, seguramente con la dirección me baste. Si tengo un mapa de mi ruta, voy a encontrar señales en el camino que me resultan útiles para continuar, me dicen donde retornar, desviarme, cruzar o donde encontrar lo que necesito para continuar el viaje. Pero, ¿qué pasa cuando no voy en el camino correcto?


Cuando uno viaja, a veces, se distrae y no mira las señales del camino y en lugar de acercarse al destino cada vez se aleja más, uno puede alejarse tanto que hasta podría no ubicarse en el mapa, en este punto las señales del camino no son tan útiles porque no tienen indicaciones acerca de nuestra ruta, son ayuda para mantenerse en el camino correcto y no tanto para encontrarlo cuando se ha perdido. Otra opción puede ser preguntar a los que están cerca, aunque eso no garantiza que puedan guiarnos ya que ellos podrían estar perdidos también.


¿Saben qué? Tal vez esto no les resulte un gran descubrimiento, pero considerando que existe la posibilidad de perderme, lo mejor que puedo hacer para llegar a mi destino no es tener un mapa o bien anotada la dirección, aunque esto es importante, yo más bien creo que lo mejor que puedo hacer es acompañarme de alguien que no solo conozca el lugar a dónde voy, sino también el lugar en donde estoy y pedirle que me señale el camino.


“En ningún momento el Señor los dejo solos, de día, los acompañaba en una columna de nube, para señalarles el camino; y de noche, en una columna de fuego, para alumbrarlos”. (Éx.13:21)